Los Juegos Olímpicos están llenos de campeones, récords e historias fascinantes, pero son también una enciclopedia increíble de momentos extraños, graciosos, emotivos y tristes. Nos adentraremos en ellos un poco cada semana para conseguir ponerle una sonrisa en la cara o una lágrima en la mejilla. Esta semana: la historia de dos Olímpicos que sobrevivieron a la tragedia del Titanic
1912 fue el año de uno de los mayores desastres marítimos de la historia: la tragedia del RSM Titanic.
La historia en sí misma es más que conocida: el barco más grande del mundo, el iceberg, el hundimiento, los violines. Murieron un total de 1.496 personas, alrededor de dos tercios de las 2.208 personas a bordo del barco que se hundió en el Océano Atlántico.
El desastre del Titanic ocurrió la madrugada entre el 14 y el 15 de abril de 1912, menos de un mes antes de que los Juegos de la V Olimpiada se celebraran en Estocolmo.
Por mera coincidencia, el Titanic, además, era el segundo de tres barcos que formaban la clase Olympic.
Y con esto, podría pensar que no hay más conexiones entre los Juegos Olímpicos y el Titanic.
Pero no es el caso.
De hecho, a bordo del Titanic había dos Olímpicos. Dos Olímpicos con historias opuestas. Dos Olímpicos que miraron a la muerte a la cara aquel 15 de abril de 1912: Richard Norris Williams y Cosmo Edmund Duff-Gordon.
Richard Norris Williams estaba a bordo del Titanic en 1912. En aquel momento, el americano, de 21 años, y que viajaba junto a su padre, Charles Duane, soñaba con volver a suelo propio en los Estados Unidos y ganar el US Open.
Pero da igual lo profundo que sueñes. Siempre te despiertas.
Norris Williams y su padre viajaban en primera clase y un día se encontraban cenando con el capitán del barco, Edward Smith; el día en el que los sueños del joven tenista empezaron a congelarse.
Mientras el barco se hundía, Norris Williams y su padre se mantuvieron a bordo, pero cuando finalmente se comenzó a sumergir en el agua, decidieron saltar y nadar.
Cualquier cosa parecía más segura que el Titanic hundiéndose.
Sin embargo, el padre de Norris Williams no lo consiguió. Se cree que una parte del barco le golpeó cuando estaba entrando en el agua. Pero Richard Norris Williams, por su parte, sobrevivió en el agua congelada durante seis horas, agarrado a un salvavidas.
Poco antes, Norris Williams y su padre habían donado sus chalecos salvavidas a otros pasajeros. Además, habían roto una puerta para rescatar a un pasajero atrapado, ganándose así la reprimienda de un miembro de la tripulación.
Pero ambos actos hicieron tanto de Richard como de Charles Norris Williams dos héroes en medio de la tragedia.
Aquellas seis horas en el agua hicieron que las piernas de Norris Williams se hubieran congelado para cuando fue rescatado. Los doctores le recomendaron la amputación, pero él se negó: “Voy a necesitar estas piernas”, contestó.
Y su decisión terminó siendo la adecuada. Solo doce semanas después de la catástrofe, consiguió volver a las canchas y jugó un partido de tenis contra Karl Behr… otro tenista y superviviente del Titanic.
Según unas declaraciones de Behr recogidas por el London Independent, “aunque el hundimiento del Titanic fue espantoso… los cuatro días en el Carphathia fueron mucho peores y más difíciles de olvidar”. Behr y Williams se conocieron allí, en el Carphathia, el barco enviado para recoger a los supervivientes del Titanic – según reportó el Salón Internacional de la Fama de Tenis.
“Doce semanas después del sobrevivir milagrosamente, Williams y Behr escribieron otro capítulo en su vínculo de por vida, enfrentándose en la primera ronda del Longwood Challenge Bowl, en las afueras de Boston. Williams era entonces una estrella naciente, mientras que Behr estaba en el final de su carrera”, sigue el artículo del Salón de la Fama.
Behr ganó aquel día, pero Richard Norris Williams todavía no había olvidado sus sueños de los que ni siquiera el Titanic pudo despertarle.
Consiguió su primer título individual en los US Nationals solo dos años después del hundimiento; una hazaña que volvió a repetir en 1916.
Pero de nuevo el destino se puso en medio de su carrera. En aquel mismo año, tuvo que detener su carrera deportiva a causa del estallido de las I Guerra Mundial. Tras luchar en ella, fue galardonado con la Croix de Guerre y la Legión de Honor.
Y aún así su sueño seguía vivo.
Finalmente, en los Juegos Olímpicos de París 1924 -doce años después del desastre del Titanic- alcanzó la gloria Olímpica, tras ganar la medalla de oro en el evento de dobles mixtos.
Y así Williams, en vez de despertarse de sus sueños, cumplió cada uno de ellos. Incluso después de la pesadilla que había vivido.
Mientras Norris Williams fue considerado un héroe tras el desastre del Titanic, Sir Cosmo Edmund Duff-Gordon, el segundo Olímpico a bordo, no recibió las mismas alabanzas.
Norris Williams era una estrella naciente cuando embarcó en el Titanic, pero Duff-Gordon por el contrario había dejado atrás su máximo nivel deportivo.
En los Juegos Olímpicos de Atenas 1906, el esgrimista británico ganó la medalla de plata en el evento por equipos de espada masculina.
Cuando subió al Titanic, Duff-Gordon tenía 49 años y acababa de ser nombrado caballero. Viajaba en primera clase con su mujer, la diseñadora de moda Madame Lucile.
Sin embargo, y según reportaron algunos periódicos, en aquellos momentos su comportamiento fue de todo menos de primera clase.
Contrario al principio de rescate “mujeres y niños primero”, que se aplicó durante el hundimiento del Titanic, Duff-Gordon dejó el barco en la primera bote salvavidas, que fue ocupada por solo 11 pasajeros -aunque la capacidad de la embarcación era de 40.
Además, presuntamente ofreció dinero a la tripulación para no volver y rescatar al resto de pasajeros posibles hasta llenar el bote. Como resultado de estas acciones, acabó siendo conocido como ‘El cobarde del Titanic’.
Fuente Autorisada: Prensa, Olimpiadas, Tokio 2020